Yo tuve una abuela
 
								
				
				
Montse, mi madrina y amiga de mi madre, quien le envío aquellas preciosas  orquídeas , el día de su cumple, me ha enviado un email con un relato de su abuela y unas fotos para mi "libro de visitas" 
Dice así:
"Querida Nuria : Veo que tu "yayo" es muy protagonista de tu blog. Parece que los mayores son fuente de mucho...Como te comenté , yo también he tenido un recuerdo especial de mi abuela ,que por cierto ,yo la llamaba "padrineta" . Todo lo que relato no es inventado ,son todo vivencias. Mi abuela , como puedes ver ,va con sus mejores galas. Si consultas por internet cosas realtivas a Fraga ,de donde procedemos ,existe un día dedicado a la "Faldeta" que es asi como se llama ir vestida como mi abuela, de hecho hay una foto de una escultura dedicado a la faldeta ,delante del Ayuntamiento . Tambien hay un día dedicado a ella, el 23 de abril. Un beso, Montse"
El relato es el siguiente:
"Hace ya muchos años que quería dedicarle un recuerdo de admiración y cariño a mi abuela, y ha sido ella quién me ha marcado el momento, a pesar de que se fue hace mucho, mucho.
Era mi sexta noche en el hospital y ella, mi abuela, me vino a ver.
No podía dormir, el dolor me lo impedía. La noche se las prometía larga y dura. ¿Qué podía hacer? ¿Repasar mi vida, reflexionar sobre el momento difícil en que me encontraba -me acababan de operar- , recordar alguna noche especial...? En ese momento me vino a la mente la noche que mi abuela, hace años, en sueños, estuvo conmigo. Y lo sé porque me desperté con su olor a brillantina que la caracterizaba
Mi abuela  era una  mujer  de pueblo, guapa, lozana,  risueña. Tenía  una  cara  redonda con ojos  muy vivos, o al menos  así  me lo parecían  cuando  la  miraba  hacía  arriba. Creo  que  nunca  mis  ojos  estuvieron  a  su  altura pues  se fue  antes  de  que   mi  corta  estatura los alcanzara.   Era  la  matriarca  a la  que  todos  acudían , marido, hijos,  nietos , criadas
y siempre  daba, tan   contenta  como si  recibiera.     De  vez  en  cuando  tenían  que  ingresarla   unos  meses,  pues  sufría  de mal  de  amores   como  Doña  Juana  la  Loca.  Cuando  se  reponía,  volvía  a  ser  la  de  siempre, maravillosa.
Era de un pueblo dónde las mujeres iban vestidas con traje típico, con grandes enaguas y encima de ellas una falda negra, en el tórax un gran pañuelo que se cruzaba por delante y se ataba por detrás; se complementaba con unas medias gruesas blancas y zapatos negros. Los días de fiesta el traje era más rico. Pero lo que más me llamaba la atención era el peinado, se parecía al de la Dama de Elche. Era un peinado complicado que me tenía embelesada todo el tiempo que duraba su ejecución. Raya al medio y numerosas trencitas, como las que se hacen ahora las  modernas, pero recogidas y enroscadas de oreja a oreja , como la de Elche. Se remataba con brillantina, dejándola reluciente, y con un aroma que me ha perseguido toda la vida.
 A mi abuela  la  peinaba  una  señora , la  peinadora, que  acudía  con periodicidad  para  llevar  a  cabo  aquel  ejercicio tan  artesanal,  a la  vez    comentaban  cosas  del pueblo  con  esa  sabiduría  natural,  sana  y sencilla,  algo  que  pude  comprender   cuando  ya  fui mayor. 
Mi abuela  me  adoraba, era  su  primera  nieta.  Como  a mí me  gusta  bailar  -creo  que desde  el  seno de mi madre- , aún no llegaba  una  vecina , me  subía  encima  de una  mesa,  comenzaba  a  dar  palmas , y yo , cómo si  me  dieran  cuerda  ,dale   que  dale al   Ay Rosmari
 que  quizás  alguien  recuerde. 
También me vienen los olores de cuando hacían jabón, en unos calderos muy grandes y muy negros. Había mucha gente trajinando entre fuegos y humos Sin embargo, no sé si por miedo, he olvidado las matanzas y sus olores.
Una noche me había quedado a dormir en casa de mis abuelos. De madrugada me desperté por el frío, desarropada. Por miedo a ¿los fantasmas, el hombre de la mano negra, el demonio ? fui incapaz de taparme, quedándome desvelada y tiritando. Por la mañana , cuando entró mi abuelo a darme un beso, me tapó ¡que gusto! , pero me hice la dormida. ¡Qué miedos aquellos de niños y qué noches tan largas por ellos¡.
También recuerdo a mi abuela enfadándose con mi abuelo, hombre tozudo y cabezón dónde los hubiera, que le tenía la casa llena de perdices; era cazador y creía que cualquier sitio era bueno para invadirlo con sus elementos de caza.
Sin embargo el recuerdo más doloroso de mi abuela fue al verla , loca de dolor cuando se llevaban el ataúd, blanco, purísimo, de su hija de 22 años. Padecía del corazón. Yo tenía casi 3 años y hoy todavía lo revivo con una intensidad y tristeza que me sorprende. Mi tía era un ángel. Una noche quise dormir con ella, no me dejaron, y recuerdo que le dije :  si no duermo contigo ¿quién te cuidará?
Una noche, hace años, me desperté extrañada porque olía a mi abuela -olía a brillantina - mi abuela había estado allí, no tenía duda.
Esta  noche, en  el  hospital,  el  dolor  me  robó el  sueño y me  hizo  pensar  en  mi abuela,   no olía a brillantina,  pero
me  incorporé, tuve  la  sensación  de  que  mi abuela  estaba en  la  puerta  y me  miraba."
Foto de Montse, su nieta.
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